400.000 millones es un 40% de los salarios y beneficios que generamos en un año en España. Ese es el ahorro de dudoso reintegro a medio plazo que, aproximadamente, se ha dedicado en España a comprar suelo y construir viviendas que están sin vender o a medio construir; de ellas, unas 80.000 en la Comunidad Valenciana. Y por lo que hemos visto de los balances de la CAM, Bancaja y Banco de Valencia, casi el 70% de sus créditos fueron a un sector para el que no hay demanda solvente a los precios vigentes. El derrumbe de esas instituciones no solo es resultado de una gestión incompetente y del saqueo de sus directivos con sueldos e indemnizaciones escandalosas, sino también del modelo económico y social que muchos aplaudieron en los años de bonanza.
El sector de la construcción inició en 1998 una etapa de fuerte expansión, de la mano de una legislación que facilitó la especulación financiera e inmobiliaria, y de la incorporación de España a la zona euro que nos facilitó crédito abundante y barato hasta 2007. Las operaciones especulativas con dinero ajeno estuvieron a la orden del día y las expectativas de hacerse millonario comprando para revender suelo y viviendas desvió el crédito que debia de haberse dedicado a reforzar nuestra base agrícola e industrial y agotó los depósitos, creciendo la deuda con prestamistas no residentes. Muchos alcaldes y concejales sucumbieros a la tentación de participar en el pelotazo del siglo: urbanizar y urbanizar, más allá de cualquier criterio sensato de sostenibilidad ambiental y de demanda potencial de uso residencial. ¿Recuerdan el millón de viviendas programadas en la Comunidad Valenciana cuando explotó la burbuja?, ¿recuerdan las 40.000 del Plan Rabasa? ¿recuerdan el desprecio, cuando no el insulto, que recibian los grupos ecologistas, partidos de la izquierda o asociaciones cívicas que no compartian esa visión megalómana de nuevos ricos y que exigian parar obras y promociones en el País Valenciano que el PP defendía y el PSOE apoyaba o criticaba con sordina? ¿De verdad alguien se creyó que daba para tantas viviendas la “Florida del Mediterráneo” y el “balneario-geriátrico de la clase media europea” con que nos regalaban el oido políticos, financieros y promotores de la provincia de Alicante?.
A las fantasias del PP con proyectos desmesurados (¿recuerdan Terra Mítica, la Ciudad de las Artes o el Aeropuerto de Castellón?), hay que sumar los sueños de la élite empresarial valenciana con la idea de llenar de ladrillo, cuanto antes mejor, todo espacio disponible y vivir de ello el resto de nuestras vidas. Y eso en una región con necesidad de financiación externa y con una base productiva insuficiente para abastecer la demanda de bienes y servicios que cubren necesidades básicas: Hacer casas que se venderian, con suerte, dentro de 5 o 10 años, a costa de reducir nuestro autoabasteciminto y de elevar nuestra dependencia del crédito externo para financiar el consumo cotidiano.
Lo que queda de todo esto es que hemos hecho ricos a los que vendieron suelo y viviendas a tiempo y hemos participado en una fiesta colectiva que ha durado unos pocos años. Ahora, los perdedores que no consiguieron vender nos devuelven en activos reales depreciados lo que les prestamos en su dia, y el paro y la reduccion de salarios y de gasto social nos conduce al punto de partida. La paradoja es que se acosa a las familias sin ingresos para que abandonen las casas que compraron para vivir en ellas y no para lucrarse con su reventa, y garantizamos hasta 100.000 euros por depositante para evitar el “corralito” con el aval de todos los contribuyentes, mientras que quienes han ganado en esta economía de casino –promotores, propietarios de suelo, agentes inmobiliarios y financieros que cantaron “bingo” a tiempo- siguen sin que vean gravadas de forma especial las rentas y el patrimonio acumulado en todos estos años. Para ellos, sí que ha sido un buen negocio jugar con dinero ajeno y como dice el refrán: “Santa Rita, Santa Rita lo que se da ya no se quita”.
¿Quién asume, pues, el coste de esa deuda de difícil cobro a medio plazo?. El dilema no es solo español y ya sabemos la respuesta en todos los países: los trabajadores y beneficiarios del Estado de Bienestar – aunque menor gasto social y menores salarios lleven a más paro y cierre de empresas- mientras las grandes fortunas internacionales gestionan dos billones de dólares en liquidez que no saben donde meter. Más pobreza y con una distribución cada vez más injusta de la renta, esa es la receta que hasta ahora se viene aplicando sin que tiemble el pulso, aunque como pregona el presidente del Banco de España, Fernández Ordoñez, “el problema es que todavía no sabemos bien cómo salir de ésta”. Hay que tener bemoles para decir esto después de tanto sacrificio, mientras no se quiere tocar la renta y el patrimonio de los que se embolsan las ganancias y no las destinan al consumo- pues andan sobrados – ni a la inversión productiva- pues no hay demanda solvente para atender.
Artículo publicado en Noviembre de 2011.
Clemente Hernández - Coordinador ATTAC-Alacant.
Artículo publicado en Noviembre de 2011.
Clemente Hernández - Coordinador ATTAC-Alacant.
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