Desde los años ochenta del siglo XX se ha gastado mucho dinero dirigido a implantar una cultura legitimadora o resignada de la jerarquía social creada por el mercado. Y la inversión ha tenido éxito, pues se aplaude lo que ganan los ejecutivos o la élite de los profesionales (¡lo dice la oferta y la demanda, es mérito propio y aspiración de los hijos de la clase media¡) mientras que no se toleran los sueldos del político o de los funcionarios (¡es a costa de nuestros impuestos¡). Es razonable cuestionar la renta y el oficio de los empleados públicos, pero hay que hacer lo mismo con los primeros aunque la mano invisible del mercado dificulte ver la relación entre el poder adquisitivo de cada uno con las rentas que cobran los demás. Entretenidos con las disputas entre los que tienen empleo fijo y los parias de la tierra, se frotan las manos los que se llevan la mayor parte del pastel. Sobre ese grupo selecto conviene hablar también.
1. La distribución antes de impuestos. En Suecia los salarios se acercan al 60% del PIB desde hace muchas décadas, pero en España hemos pasado de ese porcentaje en 1982 al 50% hoy: unos 10 puntos transferidos a los propietarios de las empresas. Además, la diferencia entre el trabajador sin cualificar y el directivo mejor pagado ha pasado de 1:60 a 1:300, y la misma concentración se da en las rentas del capital, pues un 20% de las empresas acapararon el 80% de la transferencia, principalmente los conglomerados de las finanzas, las grandes cadenas comerciales y las multinacionales españolas.
2. La distribución después de impuestos. Aquí la divergencia con Suecia aumenta, pues la fiscalidad efectiva de los salarios en España es un 75% de la sueca, mientras que la fiscalidad del capital no alcanza el 35%. En 1982, en España, el tipo marginal era del 65% y hoy está en el 45%; y las rentas del capital –concentradas en las familias ricas- tributan mucho menos que las del trabajo. Declarantes con 300.000 € de renta han visto reducido su tipo efectivo nada menos que 18 puntos desde 1993 (¿ésta es la clase media de la que habla el PP?), frente a la reducción de 0,5 puntos de las que ingresan 50.000;.en otras palabras, el IRPF bajó un 2,3% para las clases medias frente al 37,6% para las familias ricas. Y para más de 600.000 € (¿también son clase media?) el tipo efectivo está en el 27,4% frente al 50% que tenían en 1993. Lo mismo ha ocurrido con el impuesto de sociedades, pues el tipo efectivo de las grandes empresas, descontadas subvenciones, exenciones y bonificaciones, apenas alcanza el 17%, y de los 45.000 millones de fraude fiscal, el 80% procede de las finanzas y las fortunas millonarias.
Se puede corregir la desigualdad sin atentar a los fundamentos del sistema capitalista y no es necesario ser bolchevique para desearlo ¡hasta Bruselas lo aplaudiría¡ ¿Nadie recuerda que en la patria del capitalismo, EEUU, el tipo marginal superaba el 80% en los años cincuenta del siglo XX con un gobierno republicano, sin que les cayeran los anillos a los millonarios?: habia que financiar el Plan Marhall y la Guerra Fria y, eso, bien valía el esfuerzo. ¿Es que no estamos hoy en situación dramática en España?.
3. Siempre hemos tenido menor presión fiscal que los países nórdicos, unos 20 puntos durante el franquismo y entre 5 y 10 desde 1990, y siempre hemos necesitado financiación exterior, sobre todo desde que entramos en el euro. ¿Qué queremos? ¿mirar con admiración palacetes de lujo y bodas de rico en las páginas del Hola o tener unos servicios públicos y unas infraestructuras adecuadas? No se puede tener de todo: ricos cada vez más ricos y buenos sueldos para todos. Tampoco es posible financiarlo todo, y hay que elegir entre financiar aviones privados y operaciones especulativas o trenes de cercanías.
Es cierto que cualquier cambio legislativo en perjuicio de las grandes fortunas será contestado, pero en ese pulso entre la “guerra civil” con que nos amenaza el PP y la “parálisis preventiva” con la que nos asustó el PSOE existen respuestas realistas. El temor a la huida de capitales es una preocupación razonable, pero parte del capital huidizo es dinero improductivo que alimenta la especulación o el circuito de actividades criminales. Que nadie tema que se vaya el capital productivo; ese, que es el que genera empleo y expectativas dignas de vida se quedará en España, mientras haya demanda y talento suficiente para producir bienes y servicios útiles para la colectividad. Y desde la incautación o participación en la propiedad de las empresas por parte del Estado y los trabajadores estafados a la prohibición de bonificaciones o subvenciones a empresas con salarios o tasas de beneficios muy altos hay mucho tramo por recorrer sin que se tambaleen los cimientos del capitalismo.
4. Por último, la transferencia de parte de las rentas más altas al resto de la sociedad y la limitación del crédito para operaciones especulativas o suntuarias tiene la virtud de aumentar la demanda interna y el empleo. La paradoja actual es que los ricos mantienen su ahorro sin invertirlo en actividades productivas y el Estado renuncia a movilizar ese dinero a través de los impuestos. No es cierto que “la culpa de la crisis fue de todos, porque vivimos por encima de nuestras posibilidades”, esa frase es tremendamente injusta y falsa. ¿Gastó demasiado el mileurista que aspiraba a una casa o fue el millonario que pagó su palacete con nuestro ahorro mientras invertía sus ganancias en el mercado de derivados? ¿Gastó mucho el empresario que se endeudó por inventar un nuevo producto o el financiero-promotor que compró a crédito empresas y suelo para especular?. ¿Y no fue temerario el reparto de beneficios de las empresas, bajando su autofinanciación al 6% del PIB el 2006 mientras que sus propietarios pedian ese año crédito por el 10,7% cuando ya su deuda superaba el 140% del PIB?. Así nos va.
Artículo publicado en Octubre de 2011.
Clemente Hernández - Coordinador ATTAC-Alacant.
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